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PÉRDIDAS ECOLÓGICAS TRAS LOS INCENDIOS

Posted by bernabelen en noviembre 2, 2008

Recuerdo de sus efectos en época de lluvias

 

            La intensidad y recurrencia de los incendios forestales está teniendo efectos dramáticos sobre nuestro suelo, irreversibles en algunos casos, y agravados por las lluvias actuales. El fuego reiterado provoca una merma en la capacidad de la vegetación para recolonizar el terreno o tapizar el suelo. Las elevadas pendientes aumentan además la erosión generando suelos cada vez menos productivos. Avenidas, inundaciones, colmatación de embalses y desertificación son consecuencia del paso repetido del fuego por nuestros ecosistemas.

 

Los incendios de origen natural siempre han formado parte de la vida; el fuego es un elemento más de la naturaleza. De hecho, cuando los incendios se deben a causas naturales, ayudan a mantener la salud del bosque, gracias a la movilización de nutrientes y a la acción controladora que el fuego ejerce sobre las plagas forestales. Además, los incendios de baja intensidad contribuyen a mantener carbono en el suelo, impidiendo así su volatilización y pérdida en forma de gas carbónico.

 

Sin embargo, es preocupante la extensión y violencia que les caracteriza desde hace cuatro décadas. El problema empieza cuando el ser humano incrementa el número de incendios, ya sea intencionadamente, lo cual tristemente se da con bastante frecuencia, o bien por descuidos: descontrol de una quema de rastrojos, no apagar del todo un cigarrillo o una barbacoa, etc. Es indignante que el 80% de los incendios forestales en España hayan sido provocados por el ser humano.

 

Nuestros bosques absorben agua de lluvia y la liberan poco a poco, evitando las inundaciones e incrementando las disponibilidades hídricas de los meses secos, cuando más falta hace. Impiden la erosión del suelo, protegiéndolo del impacto directo de las gotas de agua, y regulan el clima. Los incendios reiterados provocan la destrucción de la vegetación y la fauna, impactos sobre los balances hidrológicos, la calidad del agua y la atmósfera; pérdidas irreparables de tierra fértil, la erosión del suelo y efectos sobre el paisaje. Por tanto, los incendios constituyen el problema más grave y activo en los ecosistemas forestales.

 

En el caso de los suelos, los incendios son especialmente graves, ya que el suelo es el soporte y la fuente de nutrientes de la vegetación y la fauna. La importancia del suelo es capital para la vida porque interviene en el ciclo del agua y los ciclos del carbono, nitrógeno y fósforo, y en él tienen lugar gran parte de las transformaciones de la energía y de la materia de los ecosistemas. Además, como su regeneración es muy lenta, el suelo debe considerarse como un recurso no renovable y cada vez más escaso, debido a que está sometido a constantes procesos de degradación y destrucción. De hecho, el efecto más grave que tienen tantos incendios es la pérdida del suelo por erosión, que se produce principalmente con las primeras lluvias.

 

Después del incendio la cobertura normal del suelo, que a veces supone la existencia de varios estratos de vegetación (arbóreo, arbustivo…), queda drásticamente reducida, apareciendo el suelo ligeramente cubierto por cenizas y restos calcinados que desaparecen rápidamente con el viento y las primeras lluvias.

 

El flujo de agua sobre el terreno incendiado llega a duplicar, como consecuencia de la pérdida de cubierta vegetal, la impermeabilidad de la superficie del suelo. Este flujo es laminar en las partes elevadas de las laderas y canalizado en las zonas más bajas, dando lugar a cárcavas de erosión.

 

No sólo existe erosión física, también aparece erosión química debido a la pérdida de nutrientes. Tras la combustión, la materia orgánica vegetal se puede mineralizar o pasar a enriquecer momentáneamente el suelo en forma de nutrientes. Sin embargo, una buena parte de los elementos nutritivos se pierden en la atmósfera, contaminándola, debido a la volatilización que sufren en el momento del incendio. Otros nutrientes se pierden disueltos en las aguas de escorrentía.

 

El incremento de la fertilidad del suelo después del incendio llega a ser de 2 a 10 veces su valor inicial en los primeros momentos, debido al aporte de nutrientes por la muerte de raíces y por el menor consumo de la vegetación superviviente. Pero esta fertilidad es efímera ya que la mayor parte de los nutrientes incorporados tras el incendio se pierden en un año. Si las pérdidas de suelo y de materia orgánica son elevadas, ello implica un empobrecimiento en nutrientes. Por lo tanto, el suelo pierde fertilidad.

 

Se forman superficies hidrofóbicas, debido a la formación de sustancias orgánicas repelentes al agua, así como por la modificación de determinados componentes minerales, especialmente minerales amorfos. El suelo no se moja en contacto con el agua, lo que facilita su pérdida por erosión. Al aumentar la impermeabilidad del mismo, se incrementa la escorrentía de agua superficial, lo que reduce el agua disponible en el suelo y la recarga de acuíferos.

 

El suelo es, por tanto, un bien difícilmente recuperable, de modo que la degradación de sus características iniciales -físicas, químicas y biológicas-, y sobre todo la pérdida de sus partículas más finas y de los nutrientes por la erosión hacen que tenga un proceso de regeneración extremadamente lento. Sin duda alguna, no hay plena consciencia de la relevancia que tienen las pérdidas ecológicas que se producen tras los incendios.

 

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